lunes, 24 de octubre de 2011

Los viajes en el tiempo y el turno político

 “La nuestra es una farsa en toda su desnudez, una completa farsa, especial y exclusiva de las elecciones españolas”.

Así comenzaba a explicar Valentí Almirall la manipulación electoral en los años de la Restauración. Parece muy lejana aquella época, cuando el encasillado decidía quién debía ganar en cada distrito y las autoridades locales junto con los caciques se ocupaban de sobornar con favores a la población. Y a pesar de todo no parece que la cita nos resulte tan remota.

Próximas las elecciones, los medios bombardeándonos a información, los debates en la red al rojo vivo… Y sin embargo todos los mensajes nos dicen lo mismo: o a uno o a otro.

Es cierto, hemos evolucionado desde el sistema canovista, pero no más que en sutileza. Atrás se quedó lo grotesco de ver muertos votando o las urnas situadas en un piso superior, solo accesible por la ventana y una escalera proporcionada a los “amigos”. Pero por mi mente siguen apareciendo conceptos clave de aquellos tiempos del turno tales como “alternancia pacífica de dos partidos” o “desmovilización de la población”, y cada vez que una noticia anuncia el debate entre “el partido que ya tocó” y “el que toca”, una extraña sensación de viaje temporal parece sacudir el entorno.


Como digo, la diferencia reside en la sutileza, porque a día de hoy sí podemos ser sutiles: ¿para qué nos van a sacar la Partida de la Porra (encargada de, como su nombre indicaba, aporrear a quién no aceptase el sistema) si pueden hacernos olvidar que existen otras alternativas políticas?¿Para qué van a comprar nuestros votos si no hay nadie más que votar en los medios?

Tal vez a alguien le resulte llamativo el término “pacífico” hablando de la alternancia PP – PSOE, pero no debemos dejarnos engañar: de nuevo es la magia de lo sutil, valga la redundancia, la que nos ciega. Desde luego sería bastante más sospechoso si dejasen de soltar injurias unos contra otros y se centrasen en hacer el bien para los ciudadanos.

En estas circunstancias, lo más peligroso para uno de los “partidos viejos”, como diría Rosa Díez, no es que gane el otro partido viejo y viejo conocido, sino que alguno nuevo entre en el juego (Ver España no es una democracia). En sus carnes lo vivió Foro Asturias en las pasadas elecciones autonómicas que, siendo la lista más votada, perdió la presidencia del Parlamento por un pacto PP – PSOE, a pesar de compartir el primero unos ideales mucho más afines en principio con Foro Asturias que con el PSOE, siendo el líder de FA Álvarez Cascos.

Y alguien podría extrañarse: si todo fuese así, ¿no habría demasiadas incoherencias para mantener a flote estos partidos? Lo que debería hacer entonces ese alguien es indignarse, porque en efecto este turno moderno nos sitúa en la contradicción y lo absurdo. En un contexto político donde alguien se opone a la legalización de Bildu, pero no quiere dejar de meter mano en el Tribunal Constitucional; donde alguien se inclina hacia la centralización pero se presenta en coalición con un partido nacionalista; donde alguien defiende el socialismo pero recapitaliza los bancos.

Estamos en una crisis económica mundial, pero que no se solucionará hasta que no solventemos la crisis política nacional, hasta que no salgamos de los discursos y los contextos incoherentes. ¿Nuestra esperanza? Que a pesar de lo dicho, no estamos en 1880, a pesar de todo nadie nos obliga a votar lo que no queremos. Solo nos queda darnos cuenta de lo que realmente queremos.

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