lunes, 5 de diciembre de 2011

Una crisis apocalíptica



Y no, no hablo de la crisis económica, ni de la crisis del paro, ni de la crisis de la política. Hablo del hundimiento sin esperanza de recuperación del que ha sido el partido más grande y más antiguo que ha gobernado en la democracia española. Hablo, por supuesto, del PSOE.

Este partido ha sido bien considerado en la mente del pueblo desde su fundación: el primer partido basado en el socialismo, hablaban de sindicatos, hablaban de derechos para los ciudadanos.

Y parece que esa primera impresión basada en sus orígenes les ha valido para obtener los mejores resultados en las urnas cuando han salido victoriosos. Ha sido el partido que realmente ha decidido quién ganaba o perdía las elecciones. No nos engañemos, la aplastante victoria del PP en estas elecciones ni siquiera llegaba a los votos de Zapatero en las elecciones pasadas; la gran diferencia ha sido la caída total del PSOE  de 11 289 335 votos a 6 973 880.

Sin embargo este gran cambio que le deja con 110 diputados, junto con el de las pasadas elecciones autonómicas que le deja sin niguna Comunidad significa mucho más de lo que creemos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Una Europa de dos velocidades

Tras diez años de la institución del €uro como moneda de cambio para la mayor parte de los países europeos, ha quedado sobradamente mostrada la imposibilidad de mantener o de sostener este sistema monetario sin la existencia paralela de una unidad fiscal y financiera. Es evidente que la convivencia monetaria entre países que aplican un gran rigor presupuestario con otros cuya aplicación es menos rigurosa, acaba por hacer sentir a unos el esfuerzo financiero para que los otros disfruten las ventajas de la pertenencia al conjunto de países de la unidad monetaria, lo que supone una potencial causa de destrucción de la misma.

La evidente necesidad de aglutinar economías constituyendo unidades supranacionales para sobrevivir a la tan nombrada “globalización”, conduce a los países económicamente más solventes a unirse entre ellos dejando tras de sí a aquellos cuyas condiciones económicas son incompatibles con las exigencias derivadas de la pertenencia a éstas unidades de mayor nivel que en los medios de comunicación se identifican como de “primera velocidad”.

La economía española queda actualmente muy alejada de las condiciones que exige la pertenencia a la unidad de los países más solventes de su entorno europeo. Es por ello que el nuevo gobierno entrante tenga como primera aspiración en su política exterior el reconocimiento de la potencialidad económica de España, considerando a éste como un país que, en los plazos y condiciones que se señalen, puede pertenecer al grupo de “primera velocidad”.

Miedo y asco en España

Y es que no son pocos los acontecimientos que se han ido sucediendo este año y que seguro aumentarán en número con la entrada del nuevo gobierno clericalfa$cista. Aquí va una pequeña muestra.

1. Multados por votar vestidos de verde y con la camiseta en defensa de educación pública. Hasta a un año de cárcel podrían enfrentarse aquellos que portaban una camiseta con el lema "Escuela pública de tod@s para tod@s". Estas camisetas surgieron a raíz de los recortes en educación de Esperanza Aguirre a modo de protesta contra el despido de profesores de cada uno de los centros públicos, para ahorrarse los contratos interinos. La junta electoral de Madrid prohibió portar las camisetas por considerar que incumplían la ley electoral, pese a que en ellas no se hace referencia a ninguna formación política y por ello no se pueden considerar como propaganda electoral.  Nos encontramos ante la criminalización de una contestación social pacífica, imponiendo sanciones económicas o penas de cárcel por defender y denunciar que un derecho recogido en la Constitución ha sido atacado.

Democracia vs Democracia

Desde que se iniciara el proceso de transición a la democracia en España tras la muerte del General Franco y la proclamación de la Constitución Española de 1978, las actitudes de la banda terrorista ETA, lejos de ir acercándose a los principios de convivencia nacional condensados en esa misma constitución, derivaron en actitudes de mayor radicalidad que tuvieron su culminación en la década de los 80.

Con la excepción de la respuesta del Estado a los acontecimientos de esta década (GAL), la democracia española siempre ha adoptado con la banda terrorista, estrategias de aproximación esperanzadas en la consecución de la desaparición de la propia banda. Los acontecimientos de los últimos tiempos parecen dejar ver que es la propia democracia, el principio de la aplicación del derecho, el que puede poner en jaque a la propia democracia. De ello parece valerse la banda terrorista que utiliza las herramientas que pone a su alcance la propia democracia para el servicio de sus propios fines, de dudosa legitimidad, y que solo pueden alcanzarse con la destrucción de la propia democracia que los ampara.

En la espiral de esta estrategia se reconoce claramente la actitud permanente de chantaje al estado por parte de la banda, con planteamientos en los que pareciera que la banda poco tiene que perder en relación al Estado. Esto explica el empleo de expresiones como la del titular de esta semana del periódico EL MUNDO:

El acceso al poder y la integridad personal

En los últimos días estamos conociendo noticias sobre las irregulares actividades de Iñaki Urdangarin, yerno de su majestad el rey Juan Carlos I.

Es difícil entender cómo una persona no perteneciente a la realeza y que pasa a formar libremente parte de ella por razones de vínculo familiar puede verse en una situación tan comprometida, para él y para la institución a la que en su día optó por pertenecer. Se diría que las condiciones de integración en una institución como esa son extremadamente “claras”, en tanto que cualquier actitud de los miembros que a ella pertenecen han de hacer prevalecer la integridad y buena imagen de la misma por encima de los intereses o conveniencias personales, puesto que es a través de esas actitudes donde se proyecta la opinión y consideración de los ciudadanos sobre tan alta institución del Estado, que en modo alguno puede dar motivos para su cuestionamiento. A cambio del respeto a estos principios y puesto que se trata de una decisión personal, se obtiene un régimen de vida sometido a los dictados del protocolo en un marco en el que las necesidades vitales básicas están, en cierto modo, sobradamente garantizadas. En suma, no debería ser una situación sobrevenida, sino más bien fuertemente meditada. Hasta la primera mitad del S.XX hemos asistido a un escrupuloso respeto en el mantenimiento de los linajes reales, de tal manera que las monarquías institucionales han considerado del todo necesario aplicar el principio del vínculo entre miembros de la realeza como mejor garantía para el sostenimiento de la propia institución. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del S.XX este principio comienza a ser cuestionado por los miembros más jóvenes de la institución que consideran que la unión matrimonial con plebeyos no tiene necesariamente que poner en crisis la continuidad del linaje real. Con razón o sin ella, el tiempo ha mostrado que las mayores garantías de esta continuidad las ofrecen las uniones entre miembros de la propia realeza, probablemente porque su formación, educación y compromiso parten de este principio.

La figura del hoy Duque de Palma fue públicamente conocida en sus inicios por su condición de deportista de élite de reconocidos éxitos, figura a la que se le presupone una elevada capacidad de sacrificio, entrega y responsabilidad, todas ellas cualidades imprescindibles para pertenecer a esta alta institución del Estado. Es sorprendente por tanto, contemplar cómo Iñaki Urdargarín está siendo tan ampliamente cuestionado por sus actos, y aún más sorprendente entender cuáles han podido ser las razones que le han llevado a ellos. Parece que la proximidad al poder, aun en una posición muy alejada de la “primera línea”, puede determinar un inesperado comportamiento en las personas que lo ostentan, produciendo daños irreparables tanto a la persona en cuestión como a la institución a la que ha decidido pertenecer.