domingo, 4 de diciembre de 2011

El acceso al poder y la integridad personal

En los últimos días estamos conociendo noticias sobre las irregulares actividades de Iñaki Urdangarin, yerno de su majestad el rey Juan Carlos I.

Es difícil entender cómo una persona no perteneciente a la realeza y que pasa a formar libremente parte de ella por razones de vínculo familiar puede verse en una situación tan comprometida, para él y para la institución a la que en su día optó por pertenecer. Se diría que las condiciones de integración en una institución como esa son extremadamente “claras”, en tanto que cualquier actitud de los miembros que a ella pertenecen han de hacer prevalecer la integridad y buena imagen de la misma por encima de los intereses o conveniencias personales, puesto que es a través de esas actitudes donde se proyecta la opinión y consideración de los ciudadanos sobre tan alta institución del Estado, que en modo alguno puede dar motivos para su cuestionamiento. A cambio del respeto a estos principios y puesto que se trata de una decisión personal, se obtiene un régimen de vida sometido a los dictados del protocolo en un marco en el que las necesidades vitales básicas están, en cierto modo, sobradamente garantizadas. En suma, no debería ser una situación sobrevenida, sino más bien fuertemente meditada. Hasta la primera mitad del S.XX hemos asistido a un escrupuloso respeto en el mantenimiento de los linajes reales, de tal manera que las monarquías institucionales han considerado del todo necesario aplicar el principio del vínculo entre miembros de la realeza como mejor garantía para el sostenimiento de la propia institución. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del S.XX este principio comienza a ser cuestionado por los miembros más jóvenes de la institución que consideran que la unión matrimonial con plebeyos no tiene necesariamente que poner en crisis la continuidad del linaje real. Con razón o sin ella, el tiempo ha mostrado que las mayores garantías de esta continuidad las ofrecen las uniones entre miembros de la propia realeza, probablemente porque su formación, educación y compromiso parten de este principio.

La figura del hoy Duque de Palma fue públicamente conocida en sus inicios por su condición de deportista de élite de reconocidos éxitos, figura a la que se le presupone una elevada capacidad de sacrificio, entrega y responsabilidad, todas ellas cualidades imprescindibles para pertenecer a esta alta institución del Estado. Es sorprendente por tanto, contemplar cómo Iñaki Urdargarín está siendo tan ampliamente cuestionado por sus actos, y aún más sorprendente entender cuáles han podido ser las razones que le han llevado a ellos. Parece que la proximidad al poder, aun en una posición muy alejada de la “primera línea”, puede determinar un inesperado comportamiento en las personas que lo ostentan, produciendo daños irreparables tanto a la persona en cuestión como a la institución a la que ha decidido pertenecer.

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