lunes, 5 de diciembre de 2011

Una crisis apocalíptica



Y no, no hablo de la crisis económica, ni de la crisis del paro, ni de la crisis de la política. Hablo del hundimiento sin esperanza de recuperación del que ha sido el partido más grande y más antiguo que ha gobernado en la democracia española. Hablo, por supuesto, del PSOE.

Este partido ha sido bien considerado en la mente del pueblo desde su fundación: el primer partido basado en el socialismo, hablaban de sindicatos, hablaban de derechos para los ciudadanos.

Y parece que esa primera impresión basada en sus orígenes les ha valido para obtener los mejores resultados en las urnas cuando han salido victoriosos. Ha sido el partido que realmente ha decidido quién ganaba o perdía las elecciones. No nos engañemos, la aplastante victoria del PP en estas elecciones ni siquiera llegaba a los votos de Zapatero en las elecciones pasadas; la gran diferencia ha sido la caída total del PSOE  de 11 289 335 votos a 6 973 880.

Sin embargo este gran cambio que le deja con 110 diputados, junto con el de las pasadas elecciones autonómicas que le deja sin niguna Comunidad significa mucho más de lo que creemos.


Ya lo hemos dicho: un partido grande, un partido con afiliados, un partido con dirigentes, un partido que da de comer a todos los anteriores. Así es en este y en el otro partido. PP y PSOE reparten puestos en la administración para los que son de su agrado. Esta situación es muy indignante en los dos casos, pero solo en uno comienza a ser realmente preocupante: si no gobiernan en ninguna administración, ¿dónde queda toda esa gran multitud de personas que solo han aprendido el oficio del enchufe? Su única esperanza, las elecciones de Andalucía y País Vasco, sinceramente con pocas perspectivas favorables.


Así queda un partido gordo y moribundo, acostumbrado a que los ciudadanos se le rindan a sus pies, confiados en encontrarse en un juego sin fin de bipartidismo. No parece darse cuenta de que sus actos tienen consecuencias, que hay quienes no olvidan. Hoy por hoy siguen arriesgando, haciéndolo lo peor posible creyendo que siguen jugando, o soñando; en cualquier caso no piensan que el cubo de agua fría está a punto de caérseles.

Sus últimas acciones en el poder, una vez pasadas las eleccionesindultar al vicepresidente del Banco Santander, acusado de denuncia falsa y la intención de aprobar la Ley Sinde en su penúltimo Consejo de Ministro.

Hoy el País y la Gaceta revelan algunos de sus “puntazos” de la legislación. Sobran comentarios, sobra nuestra compasión.


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